El Oprimido, los extranjeros y la prehistoria del anarquismo chileno (1889 – 1897)

“Las ideas para esparcirse no respetan nada. Atraviesan el Atlántico para llegar a la cosmopolita Buenos Aires y encontrar adeptos por miles.

Foto: Reprodução

Atraviesan la cordillera de Los Andes para establecerse en el indolente Chile y convertir a los hijos del pueblo, acostumbrados a besar la mano del verdugo que los azota, en hombres libres que luchan por emanciparse de la tutela burguesa.”(El Grito del Pueblo, Santiago,  29 de noviembre de 1896).

El Oprimido fue el primer periódico autodefinido anarquista que se editó en la Región chilena. En el año 1893, en Valparaíso y luego en Santiago. Hasta hace muy poco escribir sobre él era prácticamente imposible pues sus ejemplares no estaban en Chile, ni siquiera en América.

Por ello y hasta hoy, ningún libro ni artículo de historia en estas tierras ha citado el contenido de sus páginas o inspeccionado la naturaleza de su nacimiento y edición. Sólo han aparecido referencias indirectas. Afortunadamente las únicas dos copias que se conservan de aquella publicación nos llegaron desde la colección personal de periódicos de Max Nettlau guardados en el International Instituud Voor Social Geschiedenis de Ámsterdam.

El Oprimido ocupa un lugar prácticamente enigmático en la historia del anarquismo chileno y no sólo por la dificultad de encontrarlo. Para la mayoría de los investigadores del movimiento libertario criollo existe consenso en indicar que esta corriente ideológica explosionó en sociedad entre los años 1898 y 1902 y de la mano, principalmente, de un núcleo santiaguino compuesto por Magno Espinoza, Alejandro Escobar, Luís Olea, Agustín Saavedra, Manuel Montenegro y un puñado de compañeros más.

Un nacimiento marcadamente criollo y con escasa presencia humana extranjera (no obstante ser alimentado teóricamente desde Buenos Aires). Pero El Oprimido no calza en este cuadro. Primero porque se editó en Valparaíso, luego porque ninguno de los anarquistas mencionados recién participaron de él, tercero porque en sus páginas y en su edición interceden varios “extranjeros”, cuarto porque al parecer no hay ninguna relación entre este periódico y los que vendrían después.

De hecho, ni siquiera se le recordará. Es como si nunca hubiese existido.

Pero su vida es un hecho y hoy intentaremos arrebatarlo del olvido historiográfico. Para entender el contexto de su origen rastrearemos las borrosas huellas de los primeros ácratas que actuaron en esta Región, luego analizaremos el periódico en sus diversas dimensiones y finalmente nos detendremos a pensarlo en continuidad y ruptura con el movimiento anarquista que aparecería a continuación.

I.- En busca de los primeros anarquistas en la Región chilena.

El anarquismo moderno comenzó a elaborarse teóricamente en Europa a mediados del siglo XIX y en términos de organización estas ideas encontraron eco en varios países, alcanzando particular notoriedad en aquellos que bordeaban el Mediterráneo (Italia, Francia y España).

En un principio sus miembros se confundieron con varios de aquellos que pertenecieron a la Primera Internacional. Luego de que se expulsó a los anarquistas de aquella instancia por obra del ala autoritaria conducida por Carlos Marx, los libertarios continuaron organizando sociedades de artesanos y obreros, editando periódicos y desperdigándose por todo el mundo.

Muchos de ellos llegaron a Latinoamérica en busca de trabajo y de una nueva vida y quien sabe, también de una nueva sociedad, instalándose con especial énfasis a los márgenes del Río de la Plata. Fue así como tempranamente se arraigó allí un núcleo importante de anarquistas inmigrantes que editaron periódicos (muchos de ellos en sus idiomas nativos) y organizaron centros de estudios y sociedades de resistencia.

Por su parte, las primeras huellas del anarquismo en Chile están cubiertos por una niebla de misterios producto de la escasez de fuentes directas y por la dificultad de corroborar ciertas afirmaciones que hicieron contemporáneos e historiadores posteriores. Más mito que realidad, por ejemplo, parece ser la presencia de la Primera Internacional en Chile, que supuestamente se instaló en Santiago y en Valparaíso. De ser cierta esa dudosa tesis, aquellos grupos tuvieron nula proyección.

Lo que si podemos constatar es la presencia en Chile y en El Oprimido de un internacionalista que hasta compartió jornadas con el famoso Errico Malatesta. Sobre ello nos detendremos más adelante. Otra historia cuenta que un grupo de expulsados de la Comuna de Paris (1871) llegó a Punta Arenas. Al parecer incluso tuvieron la osadía de ondear banderas rojas en sus casas.

Al poco tiempo, no obstante, se les expulsó  y los excomunard, tal como los internacionalistas, se fueron sin dejar huellas de su paso por este país. Señala el historiador libertario Max Nettlau, que “la propaganda anarquista debió ser muy débil en Chile antes de 1890. Por ejemplo, hemos visto una carta procedente de dicho país, publicada en La Solidaridad de Sevilla, fechada el 10 de noviembre de 1889, sin que en ella se haga referencia a aquella propaganda”.

Tan esquivas como las anteriores son otras pistas que provienen de la actuación de algunos anarquistas en el gremio de tipógrafos. Existe una tesis que advierte que en 1889 hubo un conflicto en la imprenta “Cervantes” de la capital, una huelga. El dueño del establecimiento, aprovechando las facilidades que el presidente Balmaceda había dado a la inmigración, hizo traer algunos españoles para reemplazar a los alzados, más, varios de quienes llegaron resultaron ser anarquistas expulsados de Europa.

Aquellos acabaron, se cuenta, sumándose al conflicto y ayudando tiempo después a fundar la Liga del Arte de Imprenta. Entre los anarquistas avecinados se hallaban algunos con apellidos como Monti, Ramón Raldúa, y Castelachi, también Eduardo Larrondo y Samuel Morales.

Y tal vez no sea tan lejana esta información de la realidad, pues un año después, en 1890,  desde ese mismo gremio surgió un sospechoso periódico titulado El Obrero, y digo sospechoso, porque la información que allí se contiene evidencia el hecho de que El Productor, el famoso periódico anarquista que entonces se editaba en Barcelona, llegaba a Santiago.

El Obrero destaca que su preocupación se orienta a la lucha económica y no a la política. Manuel Calderón y F. García de Castro son sus editores y al parecer había alguna cercanía con la Sociedad Unión de Tipógrafos y con la Sociedad de Artesanos La Unión. Aún considerando la llegada de El Productor al grupo que editó El Obrero de 1890 en Santiago, como un puente puntual aunque minúsculo de ingreso de propaganda libertaria desde el viejo continente,  así como el caso de los tipógrafos huelguistas, no sabemos cual fue el grado de conexión concreto con España, pero resulta llamativo un artículo aparecido –tempranamente- en París en 1897 que señala que el anarquismo hispano ejerció una influencia decisiva en Cuba, Buenos Aires, Montevideo y Chile.

Anarquistas en el 1° de Mayo de 1919, Santiago

Otra famosa publicación que a esas alturas tenía también contacto con libertarios en este país era Le Revolté (1887-1894), dirigido desde París por Jean Grave. Periódico que entonces tenía una tirada de 7 mil ejemplares y agentes por todo el Orbe. Desde Chile, por ejemplo, le enviaron en 1889 una suma de dinero para sostenerlo por medio del belga Emile Piette, otro famoso anarquista que residía entonces en Buenos Aires. Además, algunos libertarios criollos estaban suscritos al periódico parisino.

Con Argentina los nexos fueron tempranos mediante la comunicación con El Perseguido (1890-1897), órgano de los anarquistas contrarios a las organizaciones gremiales. Sin ir más lejos, sabemos, por medio de Peter DeShazo, que sus primeros números llegaron a los simpatizantes anarquistas de Valparaíso y que en 1891 existió un corresponsal porteño para El Perseguido que fue informando a Buenos Aires de la Guerra Civil chilena de aquel año.

Aparte del contacto con la prensa anarquista extranjera la actividad libertaria en el interior del país se muestra escasa y lo que ocurre durante estos años es una serie de hechos aislados que si bien parecen limitados y puntuales nos hablan de una actividad subterránea apenas perceptible para el historiador actual, pero no por ello menos verídica.

Un hecho puntual y algo curioso ocurrió, por ejemplo, durante el Viernes “Santo” de 1890, cuando un individuó interrumpió la procesión en Santiago enarbolando un estandarte anarquista. Como goteras comenzaban a aparecer señales de la germinal presencia subversiva en tierras criollas.

Retomando el caso del exinternacionalista que se avecinó en Chile y que anunciamos arriba, llega el momento de centrarnos algo en este singular hombre. Su nombre era Washington Marzoratti, italiano de origen y de oficio “grabador”, un trabajo relacionado con el arte de imprentas, quien llegó a Valparaíso luego de vivir un tiempo en Buenos Aires y Montevideo.

Se sabe que en los años 80 estuvo en Argentina, en 1888 actuó en Montevideo y al año siguiente apareció en este país. En Buenos Aires tuvo una destacada actividad como propagandista libertario, de hecho, en junio de 1884, participó de la fundación del “Circolo Comunista Anarchico”, que también estaba formado por otros 17 compañeros entre los cuales se encontraba Ettore Mattei, Marino Garbaccio y Miguel Fazzi. Aquel grupo difundía periódicos anarquistas provenientes de Europa, como La Questione Sociale (Florencia y Buenos Aires), Il Paria (Ancona) y Le Revolté (París).

Eran los mismos días en que Malatesta arribó a Buenos Aires, quedándose en la Argentina hasta 1889. En 1888 Marzoratti cruzó el Plata y residió brevemente en Montevideo, también entregado a la propaganda subversiva. Sabemos que al año siguiente ya estaba en Chile junto a un pequeño grupo de anarquistas, todos extranjeros, llamados Alfred Müller, Bernard Bouyre, Salomón y Prim. Ellos fueron los “chilenos” que enviaron dinero, como se indicó mas arriba, a Le Revolté de París en 1889.

En 1896 vemos a Marzoratti viviendo en Santiago y desde allí enviando dinero para el sostenimiento de los periódicos anarquistas El Oprimido y L´Avvenire de Buenos Aires, este último editado en lengua italiana. Max Nettlau indicó que Marzoratti “será uno de los primeros anarquistas que actúa en Chile”.

Se sabe que otros anarquistas llegaron a Chile aunque no los hemos podido identificar en El Oprimido. A quienes si hemos podido hallar es a los miembros de la familia Strappa de Valparaíso.

La primera referencia a ellos es de María Isabel que figura como una de las suscriptoras de El Oprimidoen septiembre de 1893. Años más tarde (1899), desde el mismo puerto, dos anarquistas, uno de ellos con ese apellido y el otro Zandroni, envían a Buenos Aires 20 pesos (una gran suma para la época) para ayudar a La Protesta Humana, L´Avvenire y para que se editasen folletos y almanaques.

En 1900 y en la misma ciudad otro individuo de la misma familia (o tal vez uno de ellos) se instaló con un taller de muebles artísticos (Calle Victoria 334). Taller cuyos avisos aparecieron en La Antorcha, publicación porteña socialista y libertaria.

Seguramente los Strappa, el mentado Zandroni y ciertamente Marzoratti, debieron tener más de alguna relación efectiva con el primer periódico anarquista de esta Región, con la publicación que a continuación intentaremos caracterizar.

II.- El Oprimido, periódico comunista anárquico.

En 1892 un grupo de anarquistas fundó un centro de estudios sociales en Valparaíso que, Según DeShazo, acabó un año mas tarde editando el periódico del que hoy hablamos. No obstante, en los ejemplares del mismo que han sobrevivido al tiempo, no existe referencia a ninguna organización libertaria en esta región.

Tenemos a mano solamente el nº2 y el nº4, del sábado 16 de Mayo y el 9 de Septiembre de 1893, respectivamente, de El Oprimido. Son los mismos que Max Nettlau utilizó para elaborar sus varios escritos sobre anarquismo en América Latina. Mediante la información que aparece en estos ejemplares podemos reconstruir varios aspectos de la trayectoria y las características de la publicación. He aquí los más significativos a nuestro parecer.

En el primer número apareció con letras grandes en su portada la sugerente frase “Ni Dios, Ni Patrones”, la cual generó una reacción hosca en varios trabajadores. No obstante, la evaluación de su primera edición fue positiva, ya que dicen que tuvo “buena aceptación”.

El Oprimido se subtituló “periódico comunista anárquico” y llevó por leyendas cuatro frases: 1) Cada uno según sus fuerzas, 2) Saldrá cuando pueda, 3) Quien es pobre es esclavo, 4) La emancipación de obrero tiene que ser obra del obrero mismo.

La correspondencia del periódico debía llegar a José Tincone, nombre que no hemos podido encontrar en ningún otro medio ácrata local ni en varios extranjeros. Probablemente se trata de un seudónimo. Tal vez, del mismo Marzoratti. El Oprimido, según señalan desde la ciudad de La Serena anunciaba salir “a luz cuando pueda; es decir, cuando quiera y el diablo le ayude”.

De la lista de erogaciones otra importante información puede sugerirse. Según la misma unas 50 personas aportarían dinero para publicar El Oprimido, un número que evidentemente no es menor para el año en cuestión. Pocos son los nombres que aparecen y los que si lo hacen, nuevamente, no vuelven a aparecer en la prensa anarquista chilena.

Predominan los seudónimos y a través de ellos tal vez tengamos pistas del tipo de gente que estaba detrás del vocero ácrata. Ironías, humor, origen geográfico y realidades varias son cubiertas con identificaciones como las que siguen:

Un burgués para cigarros, Un roto, Un zapatero que quiere hacer zapatos con cuero de burgueses, Un carpintero que quiere hacer viruta con burgueses, Un picapedrero, Un carpintero, Una bomba, Un desventurado, Un piojento, Una madre de familia que no puede dar pan a sus hijos, Uno de Barcelona, El arzobispo, Un conservador descarado, Un mercenario en Chile, Un sifón que dispara dinamita, Uno que canta la Carmagnole, Ravachol,  y una larga fila de apelativos de la misma calaña. Los aportes eran de distinta suma, desde 10 centavos a 2 pesos.

Los contactos con el extranjero de El Oprimido son extraordinariamente variados y complejos,  como no se verían en años. Según la sección de correspondencia de los dos números se pueden advertir algunos datos.

Recibían regularmente El Perseguido de Buenos Aires y también folletos enviados por la misma publicación. Tenían intercambio con Proletariato de Marsala (Italia) y Harmonie de Marsella (Francia). Desde Chicago llegaba la revista Grido degli Oppressi y folletos editados por aquellos.

En esa misma ciudad contaban también con la amistad de un tal L. Raffuzzi.  Intercambiaban también con El Despertar de Nueva York, fundado en 1891 por el Grupo Albert Parsons. Con París se relacionaban mediante Le Revolté. Con Brasil también tenían nexos por medio de otro periódico en lengua italiana titulado Gli Schiavi Bianchi que se editó en Sao Paulo desde 1892.

Por supuesto, también llegaba El Productor de Barcelona. Tuvieron contactos en Necochea (Argentina) con J. Castells, de quien esperaban colaboraciones y al parecer la llegada de “compañeros”. También están en comunicación con un tal “J. O” de Santiago.

Es probable que la tirada y la circulación haya sido bastante limitada, remitiéndose a la capital y Valparaíso. Aislados ejemplares debieron llegar a otros puntos como a La Serena, en donde algunos miembros del Partido Demócrata informan haberlo recibido, al tiempo en que señalaban al anarquismo como una planta “exótica” en este país.

Resulta curioso el alcance internacional de El Oprimido, y no por el impacto que pudo aportar al resto del movimiento libertario mundial, que por lo demás debió ser bastante escaso, sino por la velocidad en que llegó a puntos bastante distantes. Ya en 1894 Gerson Trier, socialista danés y amigo de Federico Engel lo consideraba en un artículo sobre el anarquismo mundial (Anarkismen), dando cuenta de su existencia. Lo que también hará el austriaco Max Nettlau, dos años mas tarde en su “Bibliografie del anarchisme” (1896).

Las temáticas tratadas en el periódico son variadas pero comunes a la mayoría de las publicaciones afines. Son anticlericales y se encargan de hacerlo saber. Son internacionalistas, atacan el patrioterismo chileno que aflora en las “fiestas patrias”: su patria era el Mundo.

Son anticapitalistas. Son antiautoritarios: “el gobierno es el sirviente de la burguesía, el enemigo de vosotros, el verdugo del pueblo, es la peste de la sociedad”. Atacan a la prensa y a quienes difaman al anarquismo apuntándolo como sinónimo de caos y destrucción.

Despotrican contra las instituciones armadas por acabar con el libre discernimiento de los hombres. Abogan por el campesinado para que se libre de la explotación de la que era objeto. El único escrito con dudosas conclusiones libertarias es uno que ataca a la prostitución, señalando a los “chinos” y su “raza” como la culpable.

Si bien es cierto que hombres de ese origen manejaban entonces en Chile varios antros y garitos, el origen “racial” no determina conductas y morales, como un tal “canasa anárquico” afirmaba en el periódico. En todo caso las teorías sobre la superioridad de algunas razas sobre otras tenían entonces gran prestigio  ya que decían sustentarse en pruebas científicas.

A pesar de que solo tenemos dos de los cuatro números que por lo menos El Oprimido publicó, podemos rozar los conflictos que suscitó su existencia en el medio local, así como las redes políticas en las que estuvo inserto.

Hecho significativo es su relación con el reformista Partido Demócrata (PD), la más avanzada en términos socialistas, de las colectividades políticas existentes. Por ejemplo, una conferencia realizada en una asamblea del PD el 14 de agosto de 1893 es reproducida en El Oprimido.

Probablemente aquella intervención era obra de un compañero anarquista que actuaba en el interior de ese Partido. Por otra parte, desde el periódico se discutió con José Joaquín Salinas, líder obrero y miembro del partido recién mencionado y de la Liga de Arte de Imprenta, y con Luís Peña y Lara, quien desde El Pueblo de La Serena polemizaba con los ácratas. A ese periódico contestan C.J y S. Martínez (probablemente se trate de Carlos Jorquera y Salvador Martínez Ramírez).

La razón, como en muchas ocasiones, es la incomprensión de los reales alcances de las ideas anarquistas. Así por ejemplo, a Peña y Lara se le advierte que: “No somos los anarquistas (los) que queremos la violencia por el solo gusto de satisfacer apetitos de destrucción, es la necesidad (la) que nos obliga a emplear la violencia en defensa de nuestros derechos usurpados”.

Nota al margen. Carlos Jorquera era un conocido líder obrero de Valparaíso, ligado al Partido Demócrata, aunque también suele relacionársele con los primeros anarquistas chilenos. Alejandro Escobar y Carballo recordó años mas tarde que Jorquera se “hacía pasar por anarquista, para cuyo efecto usaba el imbécil, calaveras de metal en la corbata, en las colleras, en la cadena del reloj, y en el puño del bastón…”. El tono iracundo de Escobar y Carballo es porque se supone que Jorquera había sido en verdad espía de la Intendencia de Valparaíso al mismo tiempo que era uno de los más famosos líderes populares de aquel puerto. Acusar a otros de estos cargos, así como de traidor, era típico en las disputas de la época. Muchas veces no pasaban de rencillas internas carentes de base real, aunque en otros casos efectivamente así era. El mismo que redactó esas líneas incriminatorias terminaría siendo amigo de Eugenio Castro, famoso carcelero de anarquistas y hasta llegaría a ser intendente al servicio del dictador Carlos Ibañez (1927-1931). En el caso de Carlos Jorquera, sería difícil conocer la verdad, puesto a que lo mataron por aquellos años, sin dejar testimonio al respecto.

Por otra parte, además de los nexos con el PD, que por cierto publicaba artículos de Kropotkin en sus periódicos, también parece existir relación con la comunidad italiana del puerto, pues atacan a ciertos “distinguidos” miembros de ella (Club Italiano). En el terreno laboral parecen cercanos a ciertos grupos de cigarreros, defendiéndolos de la introducción de máquinas que los dejarían cesantes.

Finalmente, el anarquismo siempre ha sido un peligro para el Estado y El Oprimido, a pesar de ser su primera expresión en Chile, y tal vez por lo mismo, también debió afrontar esa situación. Algunos de sus ejemplares retrasaron su salida porque ya ninguna imprenta de Valparaíso se atrevía a imprimirlo. Por ello tuvieron que sacarlo en Santiago.

III.- El Oprimido en el tiempo. Algunas respuestas y más preguntas.

La proyección en el tiempo de El Oprimido se vislumbra casi nula. Como se ha indicado al principio, las personas que allí participan al parecer no tienen nada que ver con los que animarán los próximos grupos y publicaciones ácratas. ¿Qué pasó? ¿Qué ocurre entre 1893, cuando aparece este periódico y 1899, cuando El Rebelde abre toda una era de publicaciones y actividad propiamente libertaria en la Región chilena?

En 1894 El Mercurio daba cuenta de que una circular había sido enviada a varios alcaldes e intendentes advirtiéndoles de la llegada a Chile de dos anarquistas que arrancaban de Argentina. Se trataba de Alberto Duval, tipógrafo, y Antonio Etcheverry, un vasco francés. En el sur, en Malleco, la alarma sonó para denunciar el caso de un ácrata italiano que se hacía llamar Ricardo Roesi.

El Perseguido de Buenos Aires informa que La Conquista del Pan de Pedro Kropotkin, un clásico de la literatura revolucionaria, ya estaba disponible en Valparaíso en 1895 y según Peter DeShazo, su lectura fue masiva, aunque pocos fueron los que se declararon abiertamente seguidores de la nueva doctrina.

En Santiago, se cuenta que desde mediados del XIX era posible encontrar en algunas librerías textos de Proudhon y de los socialistas utópicos. Desde 1897 los jóvenes Escobar y Carvallo, Espinoza, Olea y Montenegro comenzaron a establecer contacto con medios revolucionarios argentinos y con personalidades destacadas en dicho ámbito como lo eran José Ingenieros.

Aquel intelectual, así como los miembros de La Protesta Humana y otros compañeros, empezaron a enviar material de propaganda, llegando a esta Región los libros, folletos y periódicos que anunciaban un futuro comunista anárquico.

Por mucho tiempo nos ha parecido un dato característico del anarquismo criollo el que sus figuras “fundadoras” más prominentes eran originarias de esta Región, exceptuando por cierto la importante participación de individualidades tales como Inocencio Lombardozzi, Mario Centore, José Prats o Pietro Gori, quien visitó Chile en 1901.

Pero aquella situación, hay que decirlo, ha sido condicionada por la escasez de fuentes que nos hablen de la actividad libertaria que había antes del cambio de siglo. Hoy con El Oprimido hemos avanzado algo, aunque es preciso indicar que tras responder ciertas cosas han surgido innumerables nuevas preguntas. En otro artículo destacábamos el papel trascendental del movimiento libertario rioplatense en la gestación de los primeros grupos de propaganda local, así como de la primera conmemoración del Primero de Mayo en Santiago, hoy hemos querido remarcar el quehacer de una generación anterior con importante presencia foránea.

Quedará en la historia, la presencia misteriosa, pero cierta de los compañeros italianos Marzoratti, Strappa, Zandroni y de los españoles del gremio tipográfico, del alemán Alfred Müller y de Bernard Bouyre, Salomón y Prim. Probablemente se fueron de esta región o bien cambiaron sus nombres, alguno tal vez siguió participando de forma anónima en el movimiento.

Sea como sea fueron sembradores de ideas, ideas que con los años germinaron con éxito y prolijamente pues la Región chilena también fue tierra fértil para la anarquía. Sólo era cuestión de tiempo.

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