Una ruta para perderse por las calles del barrio que puso nombre a la premiada película de Alfonso Cuarón y que estaba de moda mucho antes de que el cine lo internacionalizara
Esta ruta por la Roma no empieza en la Roma sino en otra colonia (barrio) de Ciudad de México; Juárez, unos 10 kilómetros al norte. Concretamente, en el número 12 de la calle de Liverpool, donde está la librería Jorge Cuesta (1), bautizada así por su fundador, Max Ramos, en honor al ensayista veracruzano. Desde aquí, el objetivo es llegar a El Burro Culto, su otra tienda —o más bien el piso secreto de este librero— en el centro de colonia Roma, donde guarda sus verdaderas joyas: una primera edición de Cien años de soledad, ejemplares raros de Cortázar, libros históricos que tienen cientos de años, estanterías donde conviven Octavio Paz, Juan Rulfo… Para alcanzar este destino —cuya dirección no podemos desvelar—, hay que entrar en Jorge Cuesta y mostrar un interés sincero por la literatura. “Eso se ve en quienes no miran el reloj ni el móvil y no les importa derramar la tarde entre libros de puntapié”, dice Ramos. “A esos les doy la dirección”.
No hay mejor carta de presentación para un barrio que ya estaba de moda mucho antes de que Roma, de Alfonso Cuarón, la internacionalizaran definitivamente el año pasado. “Hay una reverberación que permanece dentro de ti mucho después de que la película haya terminado”, dijo la escritora mexicana Valeria Luiselli. Lo mismo sucede tras perderse por las calles donde transcurre el filme.
No es necesario preguntar por un restaurante a la hora de comer porque casi en cualquier esquina uno se topa con puestos de tacos (al pastor, al chicharrón, de carnita, de cecina…) a precios irrisorios. Pero existe la opción (más cara) de saborear gastronomía mexicana en locales más vestidos, como El Parnita (8), en la avenida de Yucatán, 84. Sirven antojitos de comida tradicional con tortillas recién hechas, regados (si uno aguanta el picante) de una salsa de chile habanero con un poco de cebolla y aceite de oliva que no se encuentra en ningún otro sitio. Otra opción es la Pozolería Tixtla (9) (Zacatecas, 59). Allí sirven este caldo tradicional con lechuga, epazote y chile para darle espesor. Lo llaman pozole verde, una manera muy placentera de empaparse de México.
La Pozolería Tixtla y su tradicional pozole verde es una manera muy placentera de empaparse de México
Uno tiene la posibilidad de sentarse en cualquiera de los muchos garitos modernos tan “de la Roma”, o buscar planes alternativos, como ir a una tienda de pájaros. Camino Silvestre (10), en la calle de Tabasco, es mucho más que un local en el que comprar bebederos y semillas o contemplar colibrís. Allí se vende mucha artesanía, como piezas de reputados ceramistas locales, móviles decorativos con siluetas aviares y, según la fecha, uno puede encontrarse con un evento gastronómico, un concierto o la presentación de un libro. Hay muchas otras opciones vespertinas. Una es acercarse a El Péndulo (11), en Álvaro Obregón, 86. Sus tres plantas están repletas de libros, y lo corona una terraza desde donde contemplar los tejados de la Roma tomando algo. En La Teatrería (12) (Tabasco, 152) tienen un nutrido programa de obras autóctonas, y no hace falta ni acceder a su pequeño escenario: tienen otro improvisado en un escaparate que da a la calle, donde, a veces, los actores deleitan a los viandantes. El cine de autor no podía faltar en este barrio: el Tonalá (13) (Tonalá, 261) lo combina con películas más comerciales y actuaciones de monologuistas en un local de decoración industrial en el que no falta un restaurante.
La noche aquí tiene un sinfín de opciones para echar el resto. Pan y Circo (14), en Álvaro Obregón, lo ofrece todo en sus tres plantas: sala de conciertos o recitados, un restaurante donde comer desde cocina de autor hasta fugaces hamburguesas y una magnífica terraza para acabar con una copa. El Bolero Café (15) (Guanajuato, 80) ofrece algo parecido pero con un punto canalla: el local, una pequeña biblioteca de unos 20 metros cuadrados, acoge conciertos de soul, jazz y música tropical, y en su pequeña barra sirven ingestiones sólidas o líquidas. ¿Y el espacio para bailar? Entre las mesas de su terraza suceden los mejores momentos.
14.00. Para amantes del picante
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17.00. Tarde de libros y colibrís
22.00. Dos pistas para echar el resto